La verdad es que, acostumbrado a la fotografía callejera y de viajes, no me resultaba nada interesante ponerme a trabajar con focos y flashes de estudio, pero he podido darme cuenta de que, al poder controlar toda la iluminación de una escena, voy siendo capaz de entender mejor la luz y todas sus posibilidades.
Apenas estamos empezando y todavía faltan muchas clases sobre este apasionante mundo, pero ya me he enganchado a este tipo de fotografía, de momento como forma de aprendizaje, ya que, al controlar la iluminación, dominar la parte técnica de una toma es mucho más sencillo, lo que me permite centrarme en aspectos más compositivos y creativos.
Como os dije en mi anterior post, tengo un pequeño grupo de cuatro compañeros con el que reservamos los estudios que la escuela pone a nuestra disposición de forma totalmente gratuita (un lujazo, tanto por lo amplios como por lo bien equipados que están), cosa que aprovechamos siempre que podemos, porque resulta, divertido y muy estimulante.
Desde el primer día nos hemos ido sorprendiendo con los resultados que se consiguen de una forma que, creedme, hace la fotografía muy natural y fluida.
Comenzamos trabajando los primeros días con luz continua de focos fresnel y
grandes difusores que, al no dar mucha intensidad obligan a tirar de ISO (400-800) pero es ideal para ir aprendiendo.
Ya desde la tercera práctica nos animamos a trabajar con flashes de estudio que le dan otra dimensión al trabajo en estudio donde uno controla todo, luz, modelo y cámara, así que si algo sale mal, eres totalmente responsable.
Lo más duro en el plató es la parte creativa, posición del modelo y, sobre todo, cómo iluminarlo. Y lo cierto es que uno acaba por darse cuenta de que, en general la fotografía es eso: luz y objeto a fotografiar.
Por supuesto soy consciente de que, como dice uno de mis profesores, soy menor de edad lumínicamente hablando, apenas en pañales, pero seguiremos trabajando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario